Una
isla de Rojas y un continente de maíz
Por: Carlos
Guzmán
*Este articulo
se acompaña del archivo en audio ‘Montaña,
Altiplano, Cordillera, Amazonas’. Recomendado escuchar con audífonos.
En
el verano de 2015, ARRE Galería esta cercada al norte por un bosque de
eucalipto, al oriente por una carretera de asfalto y al occidente y sur por
plantaciones de maíz. Por el mapa satelital disponible en Internet es posible
afirmar que los plantíos son monocultivos de porte medio. El mapa también
permite asegurar que el último límite humano hacia el espacio es un satélite de
la corporación Google.
Localización satelital
de ARRE Galería. Fotografía: Google Maps, Enero de 2015.
Más
allá de la carretera, atravesando el matorral seco por el verano ardiente se
encuentra el ‘Estero Puangue’, un río ubicado al interior del “cajón
cordillerano de la costa en Chile Central”[1].
De este río depende la región y el normal funcionamiento de la vida en esta
esquina del mundo. De él también depende el nombre del lugar, llamado ‘Isla de
rojas’, precisamente por esta fuente de agua que hasta hace poco crecía a tal
punto, que aislaba la zona convirtiéndola literalmente en una isla. Los cambios
climáticos, resultado del impacto humano sobre la tierra, han modificado los
niveles de crecimiento de estas aguas. En otro tiempo el señor Rojas,
probablemente un colono de origen ibérico, fue propietario de toda la región
que en época de lluvias, separaba el “mundo de afuera” del “mundo de adentro”.
Por conjeturas históricas se deduce que la ‘Isla de Rojas’ lleva su nombre hace
no menos de 500 años. Anterior a la llegada de Rojas, el nombre de este mundo
es un misterio.
Un
tráiler (una micro) deteriorado ha encallado como un barco en medio de la isla.
En el centro de este rectángulo de tierra se encuentra un pedazo de hierro y
neumáticos. El vehículo, inservible en las carreteras, se ha convertido en la
casa de Felipe Gutiérrez, artista visual que ha comprado este lote y ha fundado
ARRE Galería, en una pequeña demarcación realizada a orillas de la carretera
principal. Al entrar al lugar también se observa un domo, lo que da la
apariencia de un campamento humano en algún planeta desconocido.
[1] El ciudadano. “Vecinos realizarán limpieza del
agónico Estero Puange en Curacaví”. http://www.elciudadano.cl/2015/01/23/141392/vecinos-realizaran-limpieza-del-agonico-estero-puangue-en-curacavi/
. Consulta 10 de Septiembre de 2015
BieNar 2015: La horizontalidad del encuentro
por
Arlette Cifuentes M.
La búsqueda de espacios
de reflexión en los que podamos someter a análisis el quéhacer que hemos
decidido ejercer, parecieran ser cada vez más escasos en la vorágine de la
rutina. Esto se hace presente en cualquier actividad incluso, en el arte. Al
mismo tiempo la necesidad de encontrar o de sentir la autonomía se hace
latente, tanto en salir al encuentro de nuevos espacios para la exposición,
como en la búsqueda de distintos métodos que enriquezcan el proceso creativo
y en el no alejar el ejercicio artístico del acto político. Dentro de este
contexto surge BieNar 2015, que a diferencia de su anterior versión se
concentra en ser un espacio de encuentro y reflexión para los distintos
artistas que llegan con sus carpas a pasar algunos días en Isla
Rojas Adentro, una localidad perteneciente a la comuna de María Pinto,
ubicada a las afueras de la Región Metropolitana, donde nos recibirá Felipe
Gutiérrez en una parcela que comparte con su prima. Lugar que nos dejó cierto
misticismo en el ambiente compartido, gracias a la ambientación que recibió a
más de veinte personas del 29 de enero al 02 de febrero del presente año.
La búsqueda y/o la
motivación del ejercicio artístico confluye en el encuentro desde la
horizontalidad, en el que distintos individuos con distintas ideas son
capaces de compartir su manera de ver, vivir y expresar la autonomía por
medio de prácticas cotidianas que pueden ser desde una conversación a la hora
de almuerzo, las formas de evitar el excesivo batallón de zancudos a la hora
de la “once-comida” o, incluso por medio de compartir un lugar en el que se
genera una nueva obra, sumergida en el misticismo del uso de los espacios,
donde el humor y la espontaneidad son el método adecuado para la ocasión que
construyen la intensionalidad de la jornada, provocada además por la
intimidad creada en el reconocimiento en el que todos y todas somos el
“otro”.
|
Natacha
Cabellos[2] trabaja
con el concepto de resignificación, utilizando objetos ya conocidos y
montándolos de una nueva forma, de esta manera se construye un nuevo dialecto
en el que existe un reconocimiento, ya sea, desde una vivencia, una emoción o
una idea estructurada, pese a que no hay una búsqueda de esta provocación sino
que más bien se da según el contexto en el que se ejerza, tal como señalan el
colectivo “Par de Patoz”[3] es
la obra la que se debe flexibilizar y la que se adapta al contexto y no el
contexto a la obra, porque encerrar la obra o encerrarla en un método podría
recaer en una falsa autonomía en la que se comienza a trabajar para algo en
concreto, mermando las posibilidades que pueden resignificar, reconstruir o
deconstruir una obra o un proceso creativo, construyendo una retórica
pre-fabricada en la que el discurso se estructura a partir de la estructura,
manteniéndola de manera silenciosa en la aceptación de las regulaciones, en el
crear para un para qué determinado más que por el crear por crear. Finalmente
el deber ser, por muy excéntrico que sea, termina corrompiendo al querer ser,
el artista termina trabajando y/o creando para los demás artistas y no para la
gente, aquellos que no han ingresado a la academia y no se codean con los
conceptos estéticos que se manejan en las galerías, lo que provoca a fin y a
cuentas, que el arte sea sólo para los entendidos cuasi sectario. Lissette
San Martín[4] cree
que la exteriorización es una de las cosas más importantes, porque ésta
genera comunicación, lo que propicia la generación de nuevas formas
en todos los ámbitos de la vida lo que a su vez, provoca nuevos espacios de
pensamiento y/o reflexión gracias al mismo ejercio de compartir. Esta alteridad se constituye como una
alteridad empática, se construye como diría Raimon Panikkar[1] un “diálogo
dialogal”, que se diferencia del diálogo al que estamos acostumbrados que
consiste en ser un dialéctico en el que dos ideas se enfrentan entre sí. Esta
nueva forma de dialogar consiste en buscar un lenguaje en común, para esto es
primordial el acercamiento del otro sin verlo como otro, es decir;
dejar las pretensiones de colonizarlo. Al mismo tiempo se debe tener en claro
que uno también es otro para el otro. Desde acá, seremos capaces de despojarnos
de aquello que nos hace sentir que tenemos la verdad y en este nuevo terreno se
construíra otro concepto de verdad entre ambas partes, despojados de la
diferencia, de la desigualdad, en un camino reflexivo y horizontal. Lenguajes
como estos se encuentran en lo cotidiano, como por ejemplo en la
resignificación y el humor.
En este mismo sentido, Pablo Suazo[5] trabaja
además de la poesía, con el humor. En el humor es posible generar un quiebre,
una conexión, una intimidad, un acercamiento, en el momento en que surge la
risa. Esta risa genera un reconocimiento del otro como un no-otro, la alteridad
se diluye, al igual que el método en el ejercicio creativo, tal como el
filósofo Paul Feyerabend señala el principio de «todo sirve»”[6],
toda regla ha sido transgredida y es el humor uno de los principales
trasngresores ya sea sano, rápido, con doble sentido o negro. El humor viene a
romper una estructura de seriedad y de silencio incómodo, dejando tras de él
una reflexión de quienes somos nosotros mismos y cómo podemos burlarnos al
mismo tiempo de la estructura, del hipócrita, del posero, del político que no
entiende que se estaban burlando de él. En síntesis el humor trasngrede y une,
lo que la estructura desunió.
BieNar,
viene a generar una expansión en el vagaje de los métodos creativos, de manera
que se pueda experimentar con completa libertad, sin los ojos de la academia
señalando eso se debe, ese trazo está mal hecho o ese concepto no está bien
estructurado. De esta manera se puede reconstruir un concepto de arte que está
sesgado y encerrado en un imaginario colectivo que lo posee un grupo aislado.
Un espacio donde el deber ser pasa a ser cuestionado y el hacer pasa a ser el
protagonista de un espacio que se desliga de la galería y donde distintos
cuerpos se encuentran y mutuamente se entregan herramientas sin pedirlas, sin
pensar en entregarlas, porque finalmente es la disposición de cada individuo a
ser parte de un proceso por sobre todo simple y sin estructuras de poder que
coartaran el ejercicio propio de cada uno.
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